Los méritos de Donosti como Capital Europea de la Cultura 2016

Ayer mismo, mientras escribía una entrada en este blog sobre los desafortunados primeros pasos de Bildu en las instituciones vascas, se decidía la ciudad española que compartirá con la polaca Wroclaw la capitalidad europea de la cultura en 2016. Finalmente Donosti se alzó con el título frente a ciudades como Zaragoza, Burgos, Segovia, Córdoba o Las Palmas. Reconozco que me parecía imposible que el jurado le diese este honor a una localidad gobernada por una formación abertzale. Al conocer la decisión la sorpresa fue mayúscula. Y las críticas surgieron como flores en primavera. La mismísima Ministra de Medio Ambiente Rosa Aguilar calificó el dictamen del jurado como “un grave error”. Y el alcalde de Zaragoza Juan Alberto Belloch, que aspiraba a la capitalidad cultural para su municipio, se manifestó en los mismos términos y llegó a calificar de disparate la concesión de una responsabilidad tan importante a un ayuntamiento regido por Bildu. Como no podía ser de otro modo, los medios de comunicación más a la derecha han cargado las tintas contra un Ministerio de Cultura responsable de la composición del jurado.

Considero que la designación de Donosti como Capital Europea de la Cultura en 2016 es más que merecida. Reconozco que tengo cierta debilidad por una ciudad a la que he ido muchas veces y en la que siempre me he sentido como en casa. La última visita fue hace tan solo un par de meses, en plena Semana Santa, y tuve la oportunidad de recorrer el casco viejo, comer unos pintxos y beber una sidra guipuzcoana casi tan buena como la asturiana. Pero más allá de mis experiencias personales Donosti ha sido y es la cuna de algunos de los mejores músicos, artistas plásticos, cineastas y cocineros de Europa. Basta recordar a escultores reconocidos internacionalmente como Oteiza o Chillida, o a otros más jóvenes como Peio Irazu. O la cocina vasca liderada por un Juan Mari Arzak que ha estado a la vanguardia de la gastronomía mundial. No hay que olvidar eventos como el Festival de Jazz o fenómenos como el Donosti Sound que han dado grupos tan importantes para la escena musical independiente como Le Mans o La Buena Vida. O su Festival de Cine, que tras Cannes y la Berlinale es uno de los referentes europeos de la cultura cinematográfica.

Donosti, con o sin Bildu, tenía objetivamente más meritos que sus competidoras para convertirse en Capital de la Cultura. Y toda vez que el Tribunal Constitucional ha confirmado la legalidad de la formación abertzale y que los donostiarras le han dado su confianza en las urnas, habrá que reconocer que el gobierno de la capital de Gipuzkoa es tan democráticamente legítimo como cualquier otro. Podrá gustarnos más o menos pero no parece justo apelar a los resultados electorales para negar la capacidad de Donosti de albergar la capitalidad europea de la cultura. Porque además sería un castigo no tanto a Bildu como a los donostiarras.

La candidatura de Donosti fue un empeño casi personal del anterior alcalde, el socialista Odón Elorza, que fue uno de los principales artífices de la construcción de una ciudad moderna, culta, habitable y acogedora. El proyecto que ha recibido la confianza del jurado fue diseñado por el equipo del anterior regidor socialista y deberá ser respetado por el nuevo consistorio abertzale. El alcalde de Bildu Juan Carlos Izaguirre invitó ayer a Odón Elorza al acto en el que se desvelaba la candidatura ganadora. Y ese gesto parece un buen comienzo para los próximos cinco años en los que la capital guipuzcoana tendrá que prepararse para convertirse en el foco europeo de la cultura. Una cultura que siempre ha esto reñida con la violencia. Nada mejor que una Donosti en paz y con una proyección cultural internacional para simbolizar la nueva etapa que presumiblemente se vivirá en Euskadi en los próximos años con el fin definitivo de la violencia.