En los últimos meses he podido escuchar numerosas opiniones sobre la necesidad de avanzar hacia una democracia participativa frente a la democracia representativa actual, que sería insuficiente e imperfecta. Huelga decir que el desgaste de nuestra clase dirigente en un régimen con poco más de 30 años de existencia merece una reflexión profunda sobre los límites de nuestro sistema democrático y el papel que el ciudadano debería jugar en él. La desconfianza que los políticos generan en la sociedad es un problema de primer orden y un síntoma de que algo se está pudriendo en las raíces de nuestro Estado. Si hasta ahora España parecía vacunada de la lacra del populismo, la proliferación del discurso de que “todos los políticos son iguales” puede hacernos temer lo contrario.

No hay duda de que sería deseable una mayor implicación del ciudadano en la vida pública. Y es cierto que quizás nuestra democracia no haya sabido crear los cauces suficientes para que ello ocurra. Pero no está de más pensar críticamente la sacralización del concepto “democracia participativa” que se puede detectar en algunos sectores de jóvenes activistas. Se citan instrumentos como los referendos o las Iniciativas Legislativas Populares como herramientas para avanzar en una democracia más participativa. ¿Pero la participación de los ciudadanos en la toma de decisiones conduce necesariamente a un sistema más democrático? La respuesta es no.

Es habitual que quienes defienden sin ambigüedades el concepto de democracia participativa pongan de ejemplo experiencias como las de Porto Alegre, Marinaleda o Islandia. Se trata de experimentos locales (aunque Islandia es un Estado, su población es poco mayor que la de Córdoba) que se han convertido en modelos a base de ocultar sus consecuencias más problemáticas y exagerar sus beneficios. Por otro lado, como ha señalado Giovanni Sartori, es necesario diferenciar entre micro y macrodemocracia y no pretender a gran escala lo que parece haber funcionado a pequeña escala.

Cuando se habla de democracia participativa rara vez se cita una de las experiencias más significativas: la de California. En la pasada década se celebraron hasta 74 referendos sobre los temas más variopintos, si bien la mayoría trataban asuntos fiscales. El resultado es que todos los analistas advierten del problema de gobernabilidad que el recurso a los referendos ha generado en California. Si la iniciativa de la senadora demócrata Loni Hancock prospera, en 2012 se presentará a consulta popular la eliminación de la pena de muerte en California. Y eso, en un Estado con un 70% de la población a favor de ella según las últimas encuestas, no parece muy positivo desde el punto de vista democrático. Los ciudadanos de otro Estado norteamericano, Wisconsin, recomendaron a sus legisladores a través de un referéndum recuperar la pena de muerte abolida en 1853.

En un país como Suiza, donde el referéndum está recogido constitucionalmente y en pleno ejercicio desde 1874, se decidió en 2009 a través de este método la prohibición de los minaretes en las mezquitas. Curiosamente de los 180 centros de culto musulmanes que existen en el país helvético tan solo cuatro tienen minaretes. En nuestro país algunas de las Iniciativas Legislativas Populares que mayor acogida han tenido son aquellas que reclamaban el endurecimiento del Código Penal e incluso la cadena perpetua al calor de crímenes horrendos como el de la niña Mari Luz Cortés.

La democracia no puede ser un sistema puramente formal, un juego de mayorías y minorías. Hay valores intrínsecos a los sistemas democráticos que debieran servir como límites materiales. Unos límites que son tanto o más importante que la participación del ciudadano del que, por cierto, no sabemos si quiere participar ni hasta donde. Dejar toda decisión al arbitrio popular supone la traslación a la política del relativismo moral. Por otro lado la decisión solitaria de un individuo puede estar determinada por la desinformación, la manipulación o los prejuicios. Y no está sometida a los controles políticos, mediáticos, populares y legislativos que vigilan la labor de los gobernantes en las democracias.

La democracia representativa ha demostrado que tiene grandes limitaciones. Es necesario avanzar hacia un sistema donde el ciudadano tenga un lugar más determinante y mayor capacidad de decisión más allá de las elecciones. Pero la democracia participativa es una solución no exenta de problemas; algunos muy graves. Para construir un régimen que satisfaga, al menos en parte, las expectativas de la ciudadanía es necesario conjugar representación y participación. Y huir de fórmulas mágicas y de construcciones artificiales acerca de una sociedad capaz de participar y de movilizarse cuando la situación lo requiere. Pero también capaz de elegir una y otra vez a seres corruptos y reaccionarios como representantes políticos.

4 comentarios en “Sobre la democracia participativa

  1. «Y eso, en un Estado con un 70% de la población a favor de ella según las últimas encuestas, no parece muy positivo desde el punto de vista democrático.»

    La democracia es un proceso, no una ideologia o una especie de nirvana social. Concretamente un proceso de toma decisiones. Eso quiere decir que no implica que las decisiones sean buenas, primero porque habria que designar a alguien que marcase la diferencia aunque en cuestiones como esta coincidamos, puede que otra yo la considere lamentable y tu estes de acuerdo.

    Igualmente un representante esta expuesto a fallos, la diferencia es que la gente tendra que responder por sus propios errores y no por los de su responsable.

    Y es que la toma de deciones es directa o no lo es. El termino medio simplemente es una vision amable del segundo caso y tomar ese camino es dejar vendidos a los que se inclinen por la horizontalidad.

    El problema de las mayorias y minorias es algo endemico de los grupos sociales que se puede paliar con la toma en cuenta de la libre adhesion o autodeterminacio (que existe aunque la neguemos y no unicamente a nivel nacional).

    Destacar por ultimo que las experiencias que se ejemplifican son meras anecdotas de democracia participativa que no llegan a una horizontalidad real.

    salu2

    1. Sumiciu, estoy de acuerdo en que la democracia es un proceso. Pero también creo que son unos valores. Es la conjunción entre forma y contenido. De lo contrario tendríamos que convenir que California es más democrática que España ya que su ciudadanía toma más decisiones directas que la española. Y yo sinceramente no creo que sea así. Por más democrática que sea formalmente una decisión no puede violar unos determinados principios democráticos. Por ejemplo un Estado no es democrático por más que sus miembros decidan, de forma procedimentalmente democrática y basandose en la idea que apuntas de autodeterminación, que tiene que ser racialmente homogeneo. Voy más allá con una paradoja: ¿que ocurriría si la población de un determinado país decide por procedimientos democráticos que su forma de gobierno sea una dictadura? No sería la primera vez que ocurre en la historia de la humanidad.

      Creo que hay una diferencia de principio entre tu visión y la mia. Tu dices que la democracia no implica que las decisiones sean buenas porque es probable que no nos pongamos de acuerdo en lo que es bueno y lo que no. Y yo creo que lo bueno; el bien, existe a pesar de nuestras opiniones. Lo contrario sería relativismo moral y yo creo que existen bienes universales a los que podemos acceder a través del razonamiento y no de la arbitrariedad. ¿Qué será difícil saber cuales son esos valores que convierten una decisión en democrática? Seguro. Nadie dijo que fuese fácil. Pero reducir los sistemas democráticos a una cuestión puramente procedimental me parece que no abarca la complejidad de lo que se entiende hoy por democracia.

      Gracias por tu reflexión y un saludo.

      X.V.

  2. No hay de que Xabel. La cuestion del relativismo moral la tenia en la cabeza mientras escribia. Yo tambien creo que existan valores universales, pero no que todos los valores lo sean; es mas, podemos tenerlos en escalas de valores distintas.

    Que una democracia elija convertirse en dictadura es comparable a que un dictador decida unilateralmente caminar a una democracia a su gusto (a alguien le suena?) es eso realmente democratico? justifica el fin los medios?

    Siempre tendremos gente con tendencia social o economica distinta a la nuestra y tendremos que relacionarnos con ellos. Y seguro que tendremos ciertos problemas para trtar temas como la propiedad sin que a alguno le parezca una abominacion la opcion distinta (en este caso el termino medio es como si no existiera).

    salu2

  3. Yo creo que el límite de la democracia (sea más o menos participativa) está, obviamente, en los Derechos Humanos.
    Ni Wisconsin ni Suiza, por lo que veo, han respetado este límite.
    Los referenda y las ILP nunca deberían contradecir los Derechos Humanos.
    Es así de sencillo.

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